sábado, 10 de julio de 2010

Reflexiones del Rufián Melancólico

- Nadie puede negar que soy un hombre positivo. plata en mano y culo en tierra. La Cieguita me adoraría. No me molestaría para nada. Se atracaría de dulces, me despiojaría y tocaría el violín. Además, como es ciega, piensa cien veces más que el resto de las mujeres, y eso me entretendría.
(...)
Razonemos. Hay que ser positivo. ¿Otra mujer puede hacerme feliz? No. Son todas unas yeguas. Con cualquiera de ellas tendría que hacer el "mishé". Y terminaría rompiéndole alguna costilla de un palo. En cambio, yo sería el Dios de la Cieguita. Viviríamos a la orilla de una playa, y el día que me aburriera la tiro al mar para que se ahogue. Aunque no creo que eso ocurra. Por su parte la música me gusta. Cierto que podría sustituir a la Cieguita por una victrola, pero una colección de buenos discos es carísima, y además con la victrola yo no me podría acostar.
(...)
¿Qué es lo que se opone, por otra parte, a que me case con la Cieguita? Sería el día más feliz, más brutalmente extraordinario de su vida. Supongamos que yo pudiera convertirme en Dios. ¿Qué haría yo? ¿A quién condenaría? ¿Al que hizo mal porque su ley era hacer mal? No. ¿A quién condenaría, entonces? a quien habiendo podido convertirse en un Dios para un ser humano, se negó a ser Dios. A ése le diría yo: ¿Cómo? ¿Pudiste enloquecer de felicidad a un alma, y te negaste? Al infierno, hijo de puta.




Extractos de Los Lanzallamas, de Arlt

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